El 19 de marzo se celebra el Día Internacional del artesano en conmemoración de San José, el padre de Jesús, que era carpintero. En Chile hay una gran variedad de artesanos a quienes celebrar -textiles, alfareros, orfebres, canteros- cuyas tradiciones se trasmiten de generación en generación. Quisiera poder hacerle un homenaje a cada uno, pero dado el reducido espacio disponible en este artículo, solo abordaré artesanías textiles, culinarias y de pesca. En artículos anteriores abordé a los artesanos en mimbre, greda y crin de caballo, dejaré pendientes a orfebres, canteros y otros para un futuro próximo.
En la zona central de mi largo y productivo país se encuentra La Ligua, una localidad muy atractiva por sus productos textiles y sus deliciosos dulces. Cada año es visitada por miles de turistas, tanto locales como extranjeros, atraídos por sus tejidos artesanales: chalecos, chales, alfombras, etc.
Dentro de las actividades que se pueden realizar están los talleres de preparación de la lana con técnicas ancestrales que, en algunos casos, comprende desde la esquila de alpacas, vicuñas y ovejas para obtener los diferentes tipos lana natural.
Después de la limpieza de la lana esquilada, los inscritos comienzan con el proceso del “cardado” que consiste en ir desenredando la lana, tedioso proceso que realizo a diario con las peludas orejas de mi Lucky, peinando la fibra para ir eliminando suciedad, nudos y cualquier sorpresa que haya decidido traer consigo, hasta obtener un material suave que le permita ser “hilado”. Para esto se utiliza la rueca o el “huso” donde la fibra se retuerce y se estira, formando hilos más o menos delgados que se va enrollando suavemente alrededor del palillo giratorio para formar un ovillo. Este puede tejerse de inmediato o ser “teñido”, previo lavado, con tinturas naturales como cúrcuma, nogal, cáscara de cebolla, repollo morado, entre otros, o con cochinilla para los rojos, dando como resultado hermosos y atractivos colores. El último proceso es el “tejido”, a mano o telar, de acuerdo al tipo de prenda que se quiere obtener –chalecos, vestidos, chales o ponchos- que encontraran compradores ansiosos de llevarlos a decorar sus hogares o lucirlos en su vida diaria, especialmente en los fríos días invernales, ya que la lana siempre nos otorga un abrigo seguro. Baltra era una de las fábricas más antiguas de tejidos de lana de alpaca y vicuña, en una gran casona rodeada de palmeras, las salas exhibían sus delicados tejidos. Me compré un suéter de vicuña color gris, para usarlo en mis prácticas de enfermería comunitaria, veinte años después lo regalé con la idea de ir a comprarme uno nuevo, pero al llegar a La Ligua me encontré con la casona abandonada, los hijos del dueño no siguieron con la tradición familiar y me tuve que contentar con comprar uno similar en otra fábrica. Cuánto lamenté no haber esperado a tener uno nuevo en mis manos antes de regalar ese maravilloso compañero de mi ruta profesional.
Cecilia Byrne “El maravilloso arte textil de La Ligua”, óleo sobre tela 50 x 60, 2025
En mi pintura “El maravilloso arte textil de La Ligua”, óleo sobre tela, 50 x 60, 2025, se puede apreciar a mano izquierda todo el proceso del cardado, hilado, lavado, teñido y tejido de la lana siguiendo las tradiciones ancestrales que pueden ser aprendidas en los talleres que se dictan. A mano derecha tiendas donde se venden tejidos más modernos y una fábrica de los deliciosos dulces entre los que se destacan las empanadas de alcayota, los chilenitos rellenos de manjar, los de mil hojas, los alfajores, y los príncipes, todos preparados con técnicas transmitidas de generación en generación. Cada dulce tiene su propio encanto, pero todos comparten la esencia de la dedicación artesanal, donde los ingredientes se mezclan cuidadosamente para lograr texturas suaves y sabores que evocan recuerdos de antaño. Los dulces preferidos de mi padre eran los empolvados mientras que yo, como soy más golosa, prefería los alfajores rellenos con una generosa capa de manjar blanco casero. Lo mejor para los fanáticos de esa joya gastronómica es que sus productores suelen venderlos en la carretera, en los buses intercomunales y en otros locales comerciales.
En la zona existen varias caletas de pescadores artesanales a las que suelo acudir para comprar pescados frescos como la reineta, pescada y otras delicias. Además, en ellas hay excelentes restaurantes donde consumir pescados y mariscos recién preparados. Por esta razón quise plasmar mis recuerdos de la caleta de San Pedro en Algarrobo, donde solía ir a comprar en mis vacaciones, almorzar unas deliciosas machas a la parmesana o a vivir plenamente la Fiesta de San Pedro en vacaciones de invierno. La obra se titula simplemente “Caleta de pescadores”, óleo sobre tela, 50 x 60, 1988.
Cecilia Byrne, “Caleta de pescadores”, óleo sobre tela, 50 x 60, 1988
En una de ellas encontré a Don Alaraco, más famoso por agrandar las historias sobre los peces que atrapaba que por su talento para lanzar el anzuelo. Contaba que había sacado un pez tan grande que apenas cabía en su bote. “Tuve que luchar toda la noche con él para evitar ser volcado!” juraba con la solemnidad de quien habla de un milagro. Pero cuando le pidieron pruebas, solo tenía sus manos heridas producto de la dura lucha. El problema es que, con el tiempo, la historia fue creciendo más rápido que los peces en el agua: primero el pez medía más de dos metros, luego tenía dientes afilados como cuchillos, lo había arrastrado mar adentro, en un épico duelo entre hombre y bestia, al final lo había derribado con un certero golpe entre los ojos, con una vieja linterna, que lo dejó ciego nadando hacia el horizonte.
Y así, entre risas, redes y olas, la pesca artesanal sigue llena de cuentos donde lo único más grande que los peces… ¡son las historias que se cuentan sobre ellos!